La selección mexicana femenina de fútbol no consiguió un boleto para el Mundial en Australia y Nueva Zelanda este año, pero el país latino tiene una simbólica representación en el equipo de Estados Unidos, con las jugadoras Ashley Sánchez y Sofía Huerta.

Nacidas en Estados Unidos, las dos jugadoras de ascendencia mexicana se estrenan en el Mundial como parte de la plantilla de la vigente campeona y favorita para revalidar el título, sin olvidar sus raíces.

"Cuando estaba creciendo nunca vi (en la selección estadounidense) un apellido con el que me identificara, así que es simplemente increíble que tenga esta oportunidad de inspirar a muchos pequeños y pequeñas", contó recientemente Sánchez a People en Español.

La jugadora del Washington Spirit, que nació hace 24 años en Pasadena (California), tiene sangre mexicana por parte de sus abuelos, oriundos de Jalisco, mientras que su padre es mexicoestadounidense como ella y su madre estadounidense.

Junto con Huerta, son las segundas mexicoestadounidenses en disputar el Mundial femenino con la selección de Estados Unidos, después de Stephanie Cox.

Suficientemente mexicana

En el caso de Sofía Huerta, la defensa de 30 años sabe lo que es jugar con las estadounidenses pero también contra ellas, siendo la primera futbolista de la historia en encontrarse en esta situación.

Cuando debutó como internacional en la selección absoluta, la oriunda de Boise (Idaho) lo hizo con el equipo de México, país de su padre Mauricio, nacido en Puebla.

Entre 2012 y 2014, Huerta formó parte de la plantilla de México, hasta que decidió no volver a aceptar más convocatorias para intentar jugar con Estados Unidos, una decisión que le valió duras críticas por parte de algunos aficionados mexicanos.

Fue en septiembre de 2017 cuando la FIFA aprobó el cambio de asociación, y dos días después debutó con el equipo estadounidense.

"Es difícil tener diferentes raíces culturales en este país, porque en ocasiones sientes que debes elegir con qué te identificas más", admitió a People la defensa del OL Reign estadounidense, que creció visitando varias veces al año la tierra de su padre.

Como tantos descendientes de latinos en Estados Unidos, las dos jugadoras lucharon toda su vida por crear una identidad en equilibrio, hasta el punto que Sánchez se preguntaba si era "lo suficientemente mexicana", admitió a Telemundo.

Conectar con sus raíces

Ese autocuestionamiento lo generaban principalmente las miradas externas. "La gente me pregunta: '¿Eres mexicana? ¿Hablas español?', y yo les respondo que no lo hablo y entonces te juzgan sin decirlo", explicó desanimada Sánchez.

Sin embargo, cuando jugó en la universidad de California (UCLA), sus compañeras de equipo con orígenes similares "siempre me apoyaron y nunca dijeron 'No eres mexicana'. Creo que me ayudó a aceptarlo más".

Ahora la centrocampista sigue clases de español para conectar con sus raíces, "pero es muy duro, si no practico con regularidad lo olvido todo", dijo.

"Siempre intentamos hablar en español entre nosotras, y nos avergonzamos y nos reímos porque no se nos da muy bien", añadió Huerta.

"En donde yo crecí, era una de las pocas mexicanas y no fue algo que valoré. Pero ahora se celebra mucho más el ser diferente... Está bien ser diferente, aceptar de dónde vienes", dijo la defensa a People.