Hace dos años hizo un gesto de protesta contra la junta militar de su país: Pyae Lyan Ang, que teme por su seguridad si regresa a Birmania, se ha exiliado en Japón y ha abandonado su carrera de futbolista, pero no tiene "ningún arrepentimiento".

El exguardameta de la selección birmana reside en el archipiélago nipón desde que en mayo de 2021, durante un partido de clasificación en Japón para el Mundial-2022, hiciera el saludo con tres dedos, un signo de los opositores a la junta en el poder de Birmania desde el golpe de Estado de febrero de 2021.

Temiendo represalias si regresaba a su país, rechazó montarse al avión después del partido, y meses después obtuvo el estatus de refugiado en Japón.

Las dos selecciones volvieron a verse las caras el jueves en Osaka (victoria 5-0 para Japón), en un partido de la fase de clasificación al Mundial-2026, pero Pyae Lyan Aung, de 27 años, está ahora retirado como futbolista y sigue sin poder regresar a su país con su familia.

Pero dice no tener "ningún arrepentimiento" por su gesto político. "Todo el mundo quiere ser jugador de alto nivel, pero ese sacrificio no es nada comparado a lo que ocurre en el país", explica a la AFP.

"No puedo aceptar ese golpe de Estado injusto y creo haber hecho lo que había que hacer como ciudadano".

Protestar, incluso solo

Varios jugadores de su equipo boicotearon entonces el partido, en señal de protesta contra el golpe en Birmania que derrocó al gobierno democráticamente elegido de Aung San Suu Kyi, y contra la represión que siguió al golpe.

Decenas de manifestantes se reunieron delante del estadio antes del inicio del partido, con retratos de los exdirigentes y mostrando fotos del levantamiento de 1988 contra la junta birmana.

Pyae Lyan Aung fue grabado por las cámaras de televisión haciendo el saludo con los tres dedos, inspirado por las películas "Los Juegos del Hambre".

Él y otros miembros de la selección birmana habían decidido protestar de manera conjunta, pero sus compañeros finalmente renunciaron, disuadidos por miembros de la dirección del equipo y temiendo "que las cosas se pusieran mal para ellos y sus familias a su regreso", cuenta.

"Pero incluso si nadie más lo hacía, yo había decidido hacerlo".

Pyae Lyan Aung confiesa haber sufrido para adaptarse a su vida en Japón, y por recibir noticias sobre el deterioro de la situación en su país natal.

"No se movilizaron"

Se le ofreció un contrato profesional para jugar a futsal en un equipo en Yokohama (sudoeste de Tokio), pero colgó las botas después de haber jugado un solo partido en tres meses.

"Yo quería jugar, pero mi corazón estaba en otro sitio", dijo. "Quería volver a casa, pero no sabía cuando sería posible. Estaba muy estresado y no conseguía entrenar".

El exinternacional juega todavía en ocasiones al fútbol con el Myanmar FC, un equipo amateur formado por expatriados, pero su pasión por el juego no ha vuelto.

No tenía intención de ver el partido del jueves ni tampoco ganas de apoyar a su equipo nacional, "el tipo de personas que no se movilizaron mientras civiles inocentes eran masacrados en el país".

Desde hace unos meses, trabaja en un restaurante birmano en Tokio, cuyos muros están decorados con fotos de Aung San Suu Kyi y con mensajes de apoyo de los clientes. Los beneficios sirven para ayudar a grupos prodemocracia en su país.

Pyae Lyan Aung dice estar ahora mejor adaptado a Japón, pero no esperaba quedarse tanto tiempo. Su mayor deseo es que el mundo entero sepa que ocurre en su país.

"Birmania realmente necesita ayuda en este momento", alega. "Muchos civiles inocentes son asesinados".