Ante las críticas de Europa Occidental a medida que se acerca el Mundial de 2022, que comenzará el domingo, Catar ha alzado el tono en el escenario mediático y diplomático, llegando a abrir incluso la puerta a procesos judiciales. 

Acusado por las oenegés de violar los derechos humanos, el pequeño emirato del Golfo Pérsico se contentaba desde hace tiempo con repetir que "todos serán bienvenidos" y reprochar a sus críticos no haber ido al país para comprobarlo. 

A principios de octubre, la prensa catarí, muy ligada al poder, empezó a evocar una "conspiración sistemática" de los medios europeos. Pero, a menos de un mes del torneo, fue un discurso del emir el que marcó un punto de inflexión y, después, el llamamiento a consultas del embajador alemán en Doha.

"Al principio, tratamos este tema de buena fe e incluso consideramos que ciertas críticas eran positivas y útiles", afirmó el jeque Tamim ben Hamad Al-Thani el 25 de octubre ante el Parlamento de Catar. 

"Pero pronto nos quedó claro que la campaña persiste, se expande, hay calumnias y dobles raseros, llegando a un nivel de ensañamiento que ha hecho que muchos se cuestionen, con tristeza, las verdaderas razones y motivaciones de esta campaña", protestó. 

Para el ministro de Trabajo, entrevistado por la AFP a principios de noviembre, estas motivaciones son en parte "racistas". 

"No quieren permitir que un país pequeño, un país árabe, un país musulmán, organice la Copa del Mundo", declaró Ali bin Samikh Al-Marri.

"Discriminación"

También lo insinuó el emir en el Foro Económico de Davos en mayo, lamentando que Catar sea víctima de "discriminación" porque algunos "no pueden aceptar que un país árabe y musulmán" organice un Mundial. 

El Ministro de Asuntos Exteriores, de gira por Europa, tomó el relevo en tres entrevistas con la cadena de televisión británica Sky News y los diarios francés y alemán Le Monde y Frankfurter Allgemeine Zeitung. 

"Hay mucha hipocresía en estos ataques (...) promovidos por un número muy pequeño de personas, en diez países como máximo", deploró Mohammed ben Abderrahmane Al-Thani. "El fútbol es de todos. No es un club reservado a las elites", prosiguió.

Nuevamente el domingo, durante la ceremonia de bautizo de uno de los barcos-hotel de la Copa del Mundo, el poderoso dirigente de Qatar Airways Akbar Al-Baker denunció "toda la publicidad negativa orquestada desde la prensa" contra su país, que recibió el apoyo de la Liga Árabe frente a las "campañas de desprestigio". 

En el ámbito diplomático, Catar está en el punto de las represalias. El 28 de octubre, el embajador alemán fue citado por el Ministerio de Asuntos Exteriores para responder a las declaraciones de la ministra del Interior y Deporte de su país, Nancy Faeser.

"Monopolio"

Tres días después, pronunció un discurso apaciguador durante una visita al emirato. Atrás quedó que "es mejor que no se atribuyan concursos (de esta magnitud) a tales estados". Afirmando haber obtenido "garantías sobre la seguridad" de los espectadores, Faeser anunció su intención de volver al primer partido de Alemania, con el fin de "apoyar a Catar en sus reformas cruciales para el futuro". 

Cuestionado regularmente por los medios europeos, cuyas críticas van desde el trato a los trabajadores inmigrantes hasta la supuesta prohibición de tomarse de la mano en público, Catar también está considerando una respuesta legal. 

Sospechoso de espiar en el marco de la organización de la Copa del Mundo en una investigación publicada por el diario británico The Sunday Times, el emirato respondió estudiar "todas las opciones jurídicas" contra los autores de "acusaciones infundadas".

Los medios locales continúan apoyando a las autoridades del país. La agencia de prensa QNA cita artículos y entrevistas favorables al Mundial difundidos en Europa.

El canal de televisión Al Jazeera dedicó un reportaje de 50 minutos en árabe a los orígenes de las críticas contra el emirato, "empezando por Gran Bretaña; luego, Francia y Dinamarca". 

El periódico en lengua árabe Al-Sharq responde que tal campaña antiCatar "confirma la arrogancia de ciertos países occidentales que piensan que la organización de la Copa del Mundo debe seguir siendo su monopolio".