Con unos fichajes que superaron con creces los 600 millones de euros (653,4 millones de dólares) esta temporada, el Chelsea ha hecho saltar la banca pero suscita varias preguntas sobre la viabilidad económica y deportiva de estas inversiones.

Fiebre compradora

En la forzada venta del pasado año, el antiguo propietario ruso Roman Abramovich había insistido para que el futuro comprador se comprometiera a mantener un nivel de inversión elevado que permitiera a los Blues mantener su estatus.

Una expectativa que los nuevos compradores, liderados por el estadounidense Todd Boehly, ha superado con los 300 millones de euros (326,8 millones de dólares) gastados el verano pasado y la misma cantidad en el recién cerrado mercado invernal.

Y ello batiendo de paso el récord del mayor fichaje de la Premier League al pagar 121,3 millones de euros (131,6 millones de dólares) por la compra de Enzo Fernández casi sobre la campana.

El campeón del mundo argentino, que llega a Londres procedente del Benfica portugués, firmó por ocho temporadas y media, convertido en la joya de la corona de este fastuoso mercado invernal del Chelsea.

Las salidas estivales de Andreas Christensen y Antonio Rüdiger en defensa o de Timo Werner y Romelu Lukaku en ataque, así como las lesiones de larga duración de N'Golo Kanté, Reece James o Ben Chilwell, no han ayudado para que el club sea más razonable.

Pero el talento negociador de los nuevos amos de Stamford Bridge no ha obrado maravillas, salvo para las cuentas de los clubes vendedores, ya que el Chelsea ha pagado casi siempre el precio más alto y ampliamente por encima del mercado por Wesley Fofana (80 millones de euros/87,2 millones de dólares), Marc Cucurella (65 millones de euros/70 millones de dólares), Mykhailo Mudryk (100 millones de euros/109 millones de dólares) o Enzo Fernández.

Incluso para el préstamo de Joao Félix por 6 meses por el Atlético de Madrid, el Chelsea ha tenido que pagar 11 millones de euros/11,9 millones de dólares), además de los 7 millones de euros (7 millones de dólares) del salario del jugador, es decir, un coste de casi 700.000 euros (763.000 dólares) por partido potencialmente jugado...

Trucos de magia contables

Mientras la UEFA intenta desde hace años regular la inflación de los traspasos con la aplicación del Fair-Play Financiero (FPF), la compatibilidad de este con las inversiones del Chelsea plantea interrogantes.

Boehly y Clearlake, el fondo de inversión que lo acompaña a la cabeza del club, creen haber encontrado cierta defensa alargando la duración del contrato, lo que permite extender en las cuentas las amortizaciones del pago a lo largo del contrato, aunque este se haya hecho antes.

Fofana firmó así hasta 2029, Badiashile hasta 2030, Fernández y Mudryk hasta 2031... Como los ingresos sacados de las ventas son contabilizados en una sola vez en el año de la venta, aunque el pago se extienda en el tiempo, es menos difícil equilibrar las cuentas, siempre que no se siga esta política mucho tiempo.

Las reglas del FPF también van a ir suavizándose en los próximos años, ya que la UEFA va a permitir a partir de la próxima temporada que las pérdidas acumuladas a lo largo de los últimos tres ejercicios pasen de 30 a 60 millones de euros (32 a 65 millones de dólares), incluso a 90 millones de euros (98 millones de dólares) si el club es considerado financieramente sano.

Pero no será fácil para los Blues cumplirlo, sabiendo además que van a perder dos grandes contratos de patrocinio por cerca de 68 millones de euros (74 millones de dólares) anuales que tendrán que intentar sustituir.

Las sanciones relativamente pequeñas infligidas por ahora a los equipos infractores no parecen que puedan preocupar mucho a los londinenses.

Apuesta deportiva... arriesgada

A pesar de la creatividad financiera desplegada por el Chelsea, el veredicto del terreno de juego amenaza con imponerse rápidamente.

Actualmente 10º en la Premier League, a 10 puntos del top 4, a los Blues les va a costar lograr una clasificación para la lucrativa Champions.

Sin los ingresos asociados, con 42 jugadores en plantilla, las próximas ventanas de fichajes podrían verse condicionadas sobre todo por las salidas que podrían suponer mucho menos, a imagen de los 60 millones de euros (65 millones de dólares) ingresados por las cuatro principales ventas en esta temporada.

A más largo plazo, aunque el potencial de los jugadores fichados es innegable, la apuesta es extremadamente arriesgada a la vista del dinero invertido.

La duración de los contratos podría convertirse pronto en una cárcel tanto para los jugadores como para el club si las prestaciones o los minutos no son los esperados, y la gestión del vestuario sería muy delicada.