"¡La-la-la-la-la!": cuando un jugador marca un gol en la Qatar Stars League, el campeonato de Catar, los gritos del comentarista Khalil Al Balushi contrastan con la tranquilidad que caracteriza al fútbol en el país anfitrión del Mundial-2022, que comienza el 20 de noviembre.

Los telespectadores de la cadena deportiva Al-Kass quizá no lo vean, pero Al Balushi realiza incluso una pequeña coreografía, con un dedo apuntando el terreno de juego como señal de celebración, desde la tribuna de prensa de un estadio casi vacío.

Para luchar contra el calor y la sequedad de garganta deglute una botella de agua al descanso y un técnico se asegura de que cuenta con los suficientes pañuelos para secarse el sudor de la frente.

Nacido en Omán hace 42 años e instalado en Catar desde hace 16, el comentarista destaca que tanto él como sus colegas árabes son todos "un poco ruidosos", inspirándose en sus homólogos argentinos y brasileños.

El entusiasmo de Al Balushi aporta la vitalidad que le falta al fútbol catarí, donde grandes nombres como el colombiano James Rodríguez o el campeón del mundo francés Steven Nzonzi desplegaron su talento ante la mirada de apenas unos centenares de personas en las gradas.

"Todo el mundo me conoce como una persona muy ruidosa. Estaré al mismo nivel (sonoro) durante el Mundial", anuncia.

Líneas con petróleo

El fútbol catarí cambiará luego de la final del Mundial el 18 de diciembre, quiere creer Al Balushi, especialmente gracias a los 6.500 millones de dólares empleados para construir o renovar los ocho estadios del torneo.

Fueron los trabajadores extranjeros llegados para explotar los recursos petroleros del pequeño estado del Golfo los que introdujeron el fútbol en Catar en los años 1940, trazando a veces las líneas del terreno de juego con petróleo.

La selección nacional disputó su primer partido en 1970 y Catar alcanzó la final del Mundial sub-20 en 1981, perdiendo 4-0 ante Alemania Oriental.

Luego de haber sido elegido para sorpresa general para la organización del Mundial-2022, Catar construyó una selección nacional capaz de conquistar una Copa de Asia en 2019.

En los años 1990, algunos miembros de la familia reinante comenzaron a inyectar una parte de sus riquezas procedente del gas natural en clubes locales, que se disputan los servicios de los mejores jugadores nacionales y de estrellas extranjeras.

"La calidad de los jugadores que integran la liga es mejor. Eso ayuda asimismo a atraer a más aficionados a los estadios", analiza Al Balushi. Pero "hay todavía muchas diferencias entra la cultura del fútbol aquí y en Europa".

Aficionados migrantes

En numerosos estadios los trabajadores migrantes son más numerosos que los propios cataríes. Así, un contingente argelino apoya al Al-Gharafa, que cuenta en sus filas con varios jugadores de ese país del norte de África, como el internacional y exdelantero del Granada Yacine Brahimi.

Los trabajadores migrantes son también mayoritarios en el Football Cafe, uno de los escasos establecimientos de la capital Doha destinado a los amantes del deporte.

"Los tunecinos, los marroquíes, los egipcios y lo argelinos adoran el fútbol y viven el fútbol", explica Mohamad Hilmi Bani, gerente del local en el que los clientes fuman y juegan a las cartas mientras miran los grandes partidos europeos.

Los cataríes, por su parte, siguen a menudo los partidos desde la comodidad de sus 'majlis', espacios de lujo y confort en sus hogares para recibir a las visitas.

Pero para fidelizar a los espectadores en los estadios, Catar necesita una liga más competitiva, considera el antiguo internacional Mohamed Mubarak Al Mohannadi.

Con once de los doce últimos títulos nacionales en su palmarés, el Al-Duhail (antiguamente conocido como Lekhwiya) y el Al-Sadd dominan la Qatar Stars League. Pero sin los internacionales cataríes que partieron en junio para preparar el Mundial, los dos clubes se muestran menos hegemónicos, lo que ha abierto la competencia y el interés de los espectadores.

"Si mi equipo puede acercarse al primer puesto, yo sería feliz y llevaría a mi familia para apoyarlos. Si pierden, nadie quiere ir al estadio", resume Al-Mohannadi.