Lo de menos era el resultado, la guerra y las tensiones. Sólo el dorsal 7 que lucía Musab Al-Battat acaparaba las miradas este lunes en Al-Dhahiriya, en Cisjordania. En la localidad natal del capitán de la selección de Palestina, el partido de octavos de la Copa de Asia deparó 90 minutos "de orgullo".

Las sillas de plástico fueron colocadas en semicírculo en torno a la televisión desde horas antes del pitido inicial. Dulces y pelucas verdes, rojas y negras para los niños, cigarrillos para los hombres. Cuatro generaciones reunidas en la terraza cubierta para animar a los Leones de Canaán.

Entre los aficionados, la abuela de Musab Al-Battat, de 80 años, las manos abiertas al cielo para implorar por la victoria.

Primera explosión de alegría en el minuto 36 cuando Palestina abre el marcador contra Catar, aliado político pero rival deportivo del día. Risas que contrastan con el zumbido de los aviones de caza israelíes.

Por primera vez en su historia Palestina alcanzaba la fase eliminatoria de la competición continental asiática, que se disputa en Catar. Pero el ambiente no es festivo en Cisjordania ocupada. "Las incursiones militares son diarias", afirma Hanaa Al-Hawarin, la madre del jugador.

A unas horas del partido no se percibía un estado de celebración en las calles de Hebrón, la ciudad más próxima.

La guerra fue desencadenada por un inédito ataque de Hamás sobre suelo israelí el 7 de octubre. Provocó la muerte de cerca de 1.140 personas en Israel, en su mayoría civiles, según un recuento de la AFP realizado a partir de cifras oficiales israelíes.

En respuesta, Israel juró "aniquilar" al movimiento islamista y lanzó una gran operación militar en Gaza, que ha causado 26.637 muertos, en su gran mayoría mujeres, niños y adolescentes, según el último balance del Ministerio de Sanidad de Hamás.

Orgullo y cólera

Los campeonatos de Cisjordania y de la Franja de Gaza fueron suspendidos. Y la selección palestina entrena en el extranjero.

El orgullo de ver a su hijo luciendo sus colores se mezcla con la cólera, explica Khaled Al Battat, padre del capitán del equipo palestino.

Musab Al-Battat comenzó a jugar fútbol con once años en las callejuelas del pueblo y los espacios de tierra ocre adyacentes.

"Siempre le gustó el fútbol", cuenta su padre. "Si no le dábamos un balón convertía cualquier cosa en balón, incluso una bolsa de plástico. Es una pasión que creció con él hasta que se convirtió en capitán de la selección", añade con el orgullo incrustado en la mirada.

La imagen de la pantalla queda congelada unos segundos. Cuando la conexión regresa, las imágenes muestran el resultado final: victoria de Catar 2-1.

"Estoy orgulloso de mi hermano y de los otros jugadores", reacciona Ismaïl Al Battat, uno de los hermanos del futbolista. "Llegar a octavos ya es una buena etapa, no es el final del camino".